sábado, 30 de agosto de 2008

De la Inmunología y la Ineficacia: odisea de una vacunación


Esta historia comienza un día del mes de abril en el que un amigo nuestro nos dijo: “pues yo que vosotros lo comprobaba, pero creo que para iros a Austria deberíais vacunaros contra la encefalitis”. Efectivamente lo comprobamos, y nuestro querido Olli tenía razón, es recomendable para Austria y el resto de los países de Centroeuropa.

El asunto de la vacunación quedó en hibernación hasta el mes de agosto cuando, estando yo en Toronto, abro mi correo y veo un mail de la pequeña Yaicita diciéndome que me había pedido cita en el Centro de Vacunación Internacional de Sevilla. Porque ésa es otra: Córdoba, siendo una capital de provincia con alrededor de 350.000 habitantes no tiene Centro de Vacunación Internacional propio (ni Jaén tampoco, lo que nos convierte en las dos únicas capitales andaluzas sin un centro de estas características), así que me tocaba irme a Sevilla o a Málaga.

A los dos días de volver a casa, mi jet lag y yo fuimos a Sevilla (lo cual se traduce en que me presenté en Sanidad con más ojeras que cara, así que no sé cómo no pensaron que iba para que me dieran metadona) y tras una muy breve espera me pusieron la vacuna de la encefalitis, después de lo que me recomendaron que me pusiera en mi Centro de Salud la de la Hepatitis A. Es en este momento cuando comienza la verdadera odisea.

De vuelta en Córdoba, tuve que pedir cita para que me recetaran la vacuna de la Hepatitis A. Hasta ahí no hubo ningún problema: fui al ambulatorio, me recetaron la jeringuilla y tan normal. Pero entonces el médico de cabecera me explicó el procedimiento que me tocaba seguir a partir de ese momento: “tienes que ir a que te visen la receta, porque si no el farmacéutico no estará autorizado a vendértela. Ve al mostrador de aquí abajo a ver si te la pueden visar ahí, si no, la verdad es que no sé dónde se hace eso”.

Como buen niño obediente que soy me bajé al mostrador de la primera planta, donde me encuentro con una cola que podía llegar hasta el fondo del pozo de la muerte (un buen sitio para pasar una mañana de agosto, por cierto) y con las tres típicas funcionarias “regentonas” con cara de resabiadas y que no tienen ni idea del trabajo que están desempeñando (qué buena descripción del SAS acabo de hacer):

A: Perdone…Mire, es que necesito que me visen esta receta para que me vendan en la farmacia la vacuna de la Hepatitis A.

B: (Mirando por encima de las gafas de cerca, en plan señorita Rottenmäier)…Pero, ¿para qué quieres eso? Si la vacuna de la Hepatitis viene en el calendario general de vacunaciones.

A: Ehm…Sí, viene la de la Hepatitis B, pero yo quiero la de la Hepatitis A porque salgo de viaje. Son enfermedades distintas, por lo tanto, vacuna distinta.

B: Pero…

A: Señora, ¿me pueden visar la receta aquí o no? (mi vena de la frente alcanzó un tamaño amenazador)

B: Pues…Espérate, que eso te lo dice mi compañera…

La susodicha compañera apareció como un cuarto de hora o veinte minutos después, pero por lo menos la mujer ya se había encargado de llamar y preguntar qué es lo que tenía que hacer y me lo explicó todo en un momento, así que por lo menos no tuve que seguir mareándome yendo de un lado a otro preguntando.

De mi Centro de Salud me mandaron al Distrito Sanitario de Córdoba, en el centro, sólo para que me pusieran un sellito de color verde mal tintado en la receta y en el que apenas podía leerse lo que estaba escrito. Pero bueno, yo ya tenía un sello y una firma, así que con eso me volví para casa.

Ahora tocaba encontrar en alguna farmacia la vacuna de la Hepatitis A. Tras estar cerca de abortar la misión por imposible, encontré la vacuna a la cuarta o la quinta farmacia…Todo esto contrarreloj porque previamente me habían dado cita para el ATS esa misma mañana para que me la inyectara.

Ya con mi jeringuilla precargada puse rumbo al ambulatorio de nuevo, donde esperé una hora para entrar a la consulta del ATS:

A: Hola, buenas tardes…Mire, que necesito que me ponga la vacuna de la Hepatitis A porque me voy de viaje y…

B: Pero es que yo no pongo vacunas.

A: Pues a mí la cita me la han dado para usted y llevo esperando una hora ahí fuera.

B: Pero es que yo no pongo nada más que la vacuna de la alergia. El resto de vacunas están abajo.

A: Pues no sé, ya que estoy aquí…El mecanismo de esta vacuna es el mismo que el de la de la alergia: se pincha y ya está.

B: Pero es que yo aquí no pongo otras vacunas.

Bajé a la primera planta donde me colé sin ningún reparo en la consulta de vacunación tras haber cambiado la cita con la “gentil” ayuda de una de mis amigas del mostrador de recepción (las funcionarias regentonas), que no era capaz de reconocer que había metido la pata, pero que cuando vio que no iba a moverme de allí hasta que me cambiara la cita se limitó (por fin) a hacer lo que le pedía.

Conclusión: Desde las 8:30 de la mañana que empecé a gestionar el procedimiento de la vacuna, no conseguí que me la pusieran hasta la 1 de la tarde. Indignante…Pero bueno, con todo y con eso tuve suerte. He de admitir que la historia de Yaiza es peor que la mía, pero eso, si quiere, que os lo cuente ella otro día.

Un abrazo,

Ilde ^^

viernes, 29 de agosto de 2008

Futuro diario de dos Erasmus en Austria :)

Queda oficialmente inaugurado este Blog, que nace con la clara misión de poder compartir las peripecias Erasmus de dos estudiantes de Traducción e Interpretación cordobeses, que se van a pasar un año entero a Austria, más concretamente en Klagenfurt.

Para quienes no nos conozcáis, o deis con este Blog por casualidad, somos Ilde y Yaiza, y muy posiblemente nuestro corresponsal en Córdoba sea Emilio, que informará de los cambios (o no) que sucedan en la ciudad de origen de la misión que comenzaremos el día 15 de Septiembre:

Córdoba-Sevilla, en coche
Sevilla-Venecia, en avión
Venecia-Klagenfurt, en tren

un precioso viaje de 12 horas de duración para poder ordenar los astros necesarios para no quedarnos tirados en alguna de las etapas.

Espero que nos deseeis mucha suerte y que empeceis a pedir cita para venir a visitarnos!

Saludos desde el caos burocrático que supone la vida de un futuro Erasmus

Yaiza Rojas
Ildefonso Laguna